Empiezas a imaginar igual que aquella lechera, recuerdas tu
edad y piensas que no estaría mal algo de estabilidad, que no te importaría.
Contestas a sus mensajes sin entregarte del todo, enseñando la patita. Piensas
en ella varias veces durante el día, aunque te empeñas en centrarte en tus
obligaciones. Te compras ropa interior nueva: ¿calzoncillos negros o grises?
Grises están bien. Y una colonia de esas que les ponen.
Te presentas en su piso, la idea de la flor era muy cursi,
sacas el vino, mucho mejor. Lo abrís y lo bebéis: ella con seguridad, tú con la
necesidad de adquirir la fluidez del tinto. La besas, la desnudas. Te monta, es
dominante. Ni siquiera mira los calzoncillos grises cuando te los quita porque
te mira a la cara de una forma que crees que te hará explotar. Se la mete y no
puedes creer que ese placer sea real, no es de este mundo, te hace flotar,
estás a punto de dejarte llevar cuando caes en la cuenta del riesgo. Cambias
las tornas, te pones encima, marcas el ritmo mientras piensas en cómo
aplastabas con el tenedor las patatas cocidas en casa de tu abuela, o cómo te
jode que los mosquitos te despierten zumbándote al oído por la noche. Zumbar,
zumbar, no puedes creer que te estés zumbando a esta tía, lleváis hablando toda
la semana, parece algo especial, quizá esta vez funcione. Te la tiras, se lo haces
lo mejor que puedes para que quiera repetir, sin mostrar un ápice de amor para
que ella no note nada. Sólo sexo, ¿de verdad?
Termináis, tú antes que ella, sabes que no está bien, un
apaño puede empañarlo todo. Pero ha respirado, ha gemido, se ha corrido como
tú, o mejor porque es mujer. Te quedas, te duermes, te despiertas. Un café y te
piras con un beso de despedida y tú tan contento, una sonrisa en los labios para
todo el camino y más.
No quieres agobiar, pero han pasado dos horas y le escribes.
Te contesta con una sonrisita escueta. Nada más. No habéis quedado para otro
día, aunque confías volver a verla en algún bar, una fiesta, un concierto.
Esperas a que ella dé el paso, pero pasa el tiempo de
cortesía y no. Es lunes y dice que está ocupada, trabajo, deporte, perro,
padres. Es martes: amigas, inglés y no sé qué. Es miércoles y no le escribes,
porque te quieres hacer el interesante, si es que causas algún interés. El
jueves desistes y el viernes sales, birra en un bar, concierto, luego fiesta. Pasan
de las cuatro y suena el móvil, es ella. Suena distante, distorsionada, no
sabes si eres tú o ella quien habla raro. Te dice que está cerca, ¿nos vemos?
Te promete que tendrá las manos quietas. Sólo dormir. Está tan borracha que quizá
esta vez sea verdad. Declinas. Esa de en frente lleva mirándote un buen rato. No es tan difícil encontrar otro cuento de
follar y tirar.
¿Qué es la vida? Conseguir.
¿Conseguir, qué?
Una erección, una amante, un condón.
Y el amor ya no lo es tanto, que todo lo vale el sexo, y los
sueños, sexo son.
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