lunes, 30 de marzo de 2009

Comedia sin título, ese fue el nombre que le dio Lorca a una de sus obras teatrales más vanguardistas. Puede que, como es mi caso, en ese momento estuviera poco inspirado a la hora de ponerle un nombre a su obra, un buen nombre representativo y atrayente para el público. Quizá, por otra parte, no buscara realmente un título y decidió denominarla así adrede, al fin y al cabo un título, por muy sugerente que resulte, suele ser demasiado sintético como para ser la carta de presentación de todo lo que encierra tras de sí. O es posible que la palabra "comedia" en sí portara todo el significado que Lorca quería ofrecernos de su obra, sin ser necesarios otros ornamentos. Y no es mala decisión, ni para él ni para mí. Una comedia, eso es lo que vivimos, a pesar de que muchos se empeñen en hacer de nuestra vida lo contrario llenándola de palabras grises. Humor es lo que nos falta, risa, ilusión, para no dejarnos caer en el pozo negro desde el que nos llegan invitaciones por todas partes. Si quieren aterrarnos, reducirnos, oprimirnos, silenciarnos... al menos actuemos con los mejores instrumentos que nos han sido otorgados, cuerpo y mente juntos para hacer por todos los medios que no se olviden de que existimos. Interpretar nuestra propia obra, seamos los protagonistas. Untemos el dedo en las acuarelas, es hora de pintar, de cantar, de bailar, de hacer todo aquello que por mucho que intenten quitarnos, siempre será nuestro. Riamos, riamos vida. Como dijo Chaplin, a fin de cuentas, todo es un chiste.