sábado, 25 de abril de 2009

Son las 2:40 de la madrugada, y el enfermo tiene uno de esos ataques insomnes que le aquejan noche sí, noche también. Su diálogo cansado y perdido se opone a todas nuestras proposiciones de ir a dormir. Sinceramente, no entiendo ni una palabra de lo que dice. Tampoco muestran nada sus ojos, nada más que vacío, o algo parecido a la insensibilidad. Nada de lo que dice tiene sentido. Nada de lo que le digo yo, tampoco. Hablamos, pero no nos entendemos. Y así podríamos seguir toda la vida, hasta la muerte, oyendo sin escuchar, mirando sin ver, gritándole a ese eco sordo que es su mente, su mente, el gran misterio de la humanidad.

miércoles, 1 de abril de 2009

Me lo dijo mi tía, y cada vez se me hace más evidente que está en lo cierto: el ser humano es malo por naturaleza. Y lo afirmó contundente, basándose en un caso muy cercano que lleva marcando nuestro día a día desde hace ya algunos años.
Él está enfermo. Ya no sabe nada, ni quiénes somos, ni siquiera es realmente consciente de quién es él, a pesar de que nosotros intentamos recordárselo continuamente, él se empeña en olvidarlo una y otra vez.
Ya no hay lazos de parentesco.
Ya no hay futuro, ni presente. La endeble base de su recuerdo está compuesta por los momentos que ya todos han olvidado, pero que en su memoria translúcida están grabados a fuego.
No hay costumbres, no hay moral, no hay normas sociales.
Y es entonces cuando uno se vuelve un desconocido.