miércoles, 27 de mayo de 2009

start!

3,2,1 y el espectáculo vuelve a dar comienzo en esta segunda vuelta de la primera temporada. Los participantes van saltando de uno en uno a una superficie indeterminada q en un principio denominaríamos vacío, y q puede transformarse en un aterrizaje sobre una superficie mullida, o bien en un hostión sobre un suelo de cemento.Entonces entra en escena la funambulista, que tiene como finalidad atravesar del 29 de mayo al 15 de junio sin vacilar, avanzando con paso decidido (o por lo menos intentándolo). La funambulista, consciente de las idas y venidas de su equilibrio y de las rachas de viento que pueden azotarla y enviarla contra el suelo, trata de estar atenta, y para no arriesgar mediante juicios demasiado atrevidos, se mantiene a la expectativa de un posible aterrizaje forzoso. La caída le asusta, le amenazan amagos de vértigo y las miradas se ciernen sobre su nuca y sobre sus pasos, expectantes. Pero no piensa volver atrás, y menos cuando ya tiene un pie elevado sobre el aire. Deberá, eso sí, aprender a su paso sobre este nuevo tramo, y cargarse para el próximo que venga de todos los poderes y atributos que hagan que poco a poco, ese hilo de seda por el q están dispuestos a caminar sus pies se transforme en un puente de hierro sólido y firme, a través del cual trazar todos los caminos que se le antojen, ya no como funambulista, sino como una gran mujer, segura de sí misma. Y capaz, capaz de todo.
El espectáculo va a comenzar.

miércoles, 20 de mayo de 2009

para no olvidar


Fue divertido planearlo todo, esa mezcla de emoción, nervios y ganas, de incertidumbre (como siempre) que hizo que la distancia de Madrid a Figueras la hiciese caminando sobre un cable de acero. Pero al último paso que di ahí estabas tú, un poco como siempre, un poco distinto, pero siempre tú. Volví a perderme en tu abrazo, a quemar todo aquello que me quemaba antes de verte, a olvidar, a rejuvenecer, a vivir mayo como se merece, en todo su esplendor y con toda nuestra intensidad, habitual en nuestros encuentros. Y siempre tan efímero, y siempre tan increíble, De nuevo en tus brazos para volver a nacer, se pasó el 16, el 17 y ese cachito de 18 que compartimos. Llegué a Madrid entre la alegría y la desgana, por haber estado contigo y por volver aquí de nuevo sin ti. Descubrí, aunque me lo esperaba, que aunque yo volviese de vivir un sueño, en Madrid era lunes, y como tal, rutina.
Pero no señores, yo no era como todos los días, y eso que cogí el transporte a las mismas horas y caminé las calles bajo la misma luz de la tarde. Yo volvía de vivir mi sueño, y aunque el grueso del mismo permanezca en el Ampurdá, me traigo una pequeña réplica conmigo, y esa es sólo mía, por mucho que intente explicarlo, nadie sabe lo mágico que ha sido para mí volver a verle.

sábado, 9 de mayo de 2009

la única verdad


Cuando Eva encontró a Adán no ocurrió nada de lo que tradicionalmente la gente acostumbra a pensar. Fue un invierno, de esos de cuello alto y anorak de plumas, en plena ciudad y sin una hoja en los árboles (nada más lejos de la imagen de paraíso). No hubo costillas rotas, y ninguno de los dos acostumbraba a comer fruta. Las serpientes solo estaban en el zoo, y lo más parecido a la existencia de un ser que todo lo sabe era Matía Prats, con el discurso que les ofrecía cada noche. Sólo había algo que inevitablemente tenían en común con aquellos a los que se les asocia. Queramos o no, Eva, Adán y todos los aquí presentes compartimos algo fundamental con esos seres bíblicos. Y es que del polvo venimos, y en polvo nos convertiremos.


Imagen: Adán y Eva, Tamara Lempicka

domingo, 3 de mayo de 2009

Entre los "me quiere" y "no me quiere" tan dubitativos de una margarita, sin querer encontré a los niños perdidos. Sin saber si les incomodaría mi petición, o quizás les pareciese demasiado atrevida para ser nuestro primer encuentro, les rogué que me dijeran algo distinto, totalmente innovador, diferente a todo lo que había visto, oído, olido, soñado antes. Que ya nada conseguía tocarme de cerca, nada había que fuese inesperado, y les pedí que me ayudaran, que creía que había perdido el placer de sentir. Los niños perdidos fueron tajantes, tanto que vacilé entre echarme a reír o ponerme a llorar. Y sin más, siguieron su andadura.
Ellos sabían muy bien dónde estaban.La que estaba perdida era yo.