sábado, 9 de mayo de 2009

la única verdad


Cuando Eva encontró a Adán no ocurrió nada de lo que tradicionalmente la gente acostumbra a pensar. Fue un invierno, de esos de cuello alto y anorak de plumas, en plena ciudad y sin una hoja en los árboles (nada más lejos de la imagen de paraíso). No hubo costillas rotas, y ninguno de los dos acostumbraba a comer fruta. Las serpientes solo estaban en el zoo, y lo más parecido a la existencia de un ser que todo lo sabe era Matía Prats, con el discurso que les ofrecía cada noche. Sólo había algo que inevitablemente tenían en común con aquellos a los que se les asocia. Queramos o no, Eva, Adán y todos los aquí presentes compartimos algo fundamental con esos seres bíblicos. Y es que del polvo venimos, y en polvo nos convertiremos.


Imagen: Adán y Eva, Tamara Lempicka

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