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lunes, 7 de mayo de 2012

Tras el rastro de la Perla Negra


Me recibe Ámsterdam como a una vieja conocida. Pasando Amstel Station se van reavivando los recuerdos que tanto miedo me daban, tomando forma y color a medida que el tren avanza. Parpadeo  y empieza a llover. Las gotitas se pegan al cristal como un reclamo, pero ignoro y miro más allá. Las casas se estrechan y se tuercen. Es como si nunca me hubiera ido. Central Station me da la bienvenida haciendo que automáticamente me sienta una más. Como si nunca me hubiera ido.

Mi nueva montura me espera, es de prestado, con toques plateados. Se alza en una talla que poco concuerda con la mía, y que hace del primer encuentro un trance incómodo. Alta y torpona, se deja montar con docilidad, con los aires de un burrito viejo, curtido y manso por la experiencia de haber sido domado por muchos jinetes. Rodamos juntas, teniéndonos la una a la otra como un consuelo insuficiente: la reincidente y la montura de repuesto. En esta ciudad es imposible no reincidir. 

Cabalgué por todos los lugares que descubrí con ella, con mi Perla, con todos los recuerdos desbordándose por las ventanas de las casitas, emergiendo de los canales y de las alcantarillas. Iba recogiendo cada uno de ellos, con miedo de que apareciera el absurdo sentimentalismo que siempre se encarga de empañar las cosas con nostalgias trasnochadas que escondemos como si no existieran, pero que terminan por explotar y ponerlo todo perdido. Pero estaba equivocada. Me creí débil ante la memoria, pero no lo era.

Era absurdo ir por la Ciudad XXX atada a los recuerdos de la Perla Negra, teniendo como misión el sueño imposible de recuperar mi vieja montura y a quien un año atrás la dirigía. Empecé a recibir todos los mensajes que la ciudad me mandaba, como regalos que me había estado guardando desde que me fui hasta mi regreso. El Prinsengracht está espléndido, disfrútalo como antes, pero sé consciente de que ahora eres otra persona, me dice, deléitate con el nuevo sabor.

 Me sentí fuerte, feliz por haber vivido, feliz por seguir viviendo. El absurdo sentimentalismo no apareció, le dije al burrito plateado que me llevara a Plantage y me fumé un cigarro mirando al Muidergracht con una gran sonrisa pintando mis labios. Me fui de allí con la enorme certeza de que todo es transitorio: las ciudades, las personas, los momentos, los sentimientos malos y también los buenos. Y si todo ello es transitorio, yo también lo soy. Así que me voy, Perla Negra. Ha sido un placer haberte recordado, a veces te echaré de menos  como la gran compañera que fuiste, pero nada es para siempre.  Nuestro momento fue aquél, lo vivimos y pasó. Tú tendrás otro dueño, yo otros gigantes contra los que luchar.




Hasta la próxima, Amsterdam. La batalla contra el pasado está ganada.



martes, 26 de julio de 2011

Ci vediamo presto, Perla Negra

La Perla Negra estaba enfadada. Al fin, después de tanta duda, le conté la decisión que había tomado. Le dije la verdad, que había sido muy difícil para mí llegar a esa conclusión, y que con muchísima pena, iba a terminar haciendo aquello que siempre había negado que haría: separarme de ella.
Es cierto, hasta el último momento traté de llevarla conmigo. Al fin y al cabo, para mí la Perla Negra no había sido una montura cualquiera, sino la más fiel bicicleta que una holandesa principiante hubiera podido soñar. Sin ella no habría conseguido conocer la Ciudad XXX ni la mitad de la mitad de lo bien que lo hice sobre sus ruedas. Y sí, la última que quería separarse de ella era yo. Pero el destino me jugó una mala pasada y me hizo saber que una especie como aquella debía seguir los caminos trazados para ella. Me dijo que la Perla, por mucho que quisiera venirse conmigo, lejos de su Holanda se moriría de pena, en un continuo duermevela que en nada se parecería a su vida anterior. Yo no quería eso para ella, y me angustiaba el imaginar que ella se sintiera triste y sola en un lugar donde apenas hay carriles-bici, donde si no tienes marchas no eres nadie, y los vehículos de motor ni siquiera te toman en serio. Así que, dentro de un estado mental pasajero que unos llamarían lucidez y otros frialdad, llegué a la conclusión de que nuestros caminos se iban a separar.
Ella estaba enfadada, y con razón. Tanto que se comió con la cadena el bajo de aquel pantalón que me había regalado mi madre. Tanto que para incordiarme, rodaba más suave, más firme y más veloz que nunca. Todas mis promesas de amor eterno, de fidelidad y de que nunca la dejaría se habían ido al garete, como las del amante que abandona. Yo sobre ella, sintiéndome culpable, y ella debajo, traicionada. La aparqué en el sitio de siempre, y me fui sin decir nada hasta el día siguiente.
El 1 de julio por la mañana bajé y la vi dormida por última vez. Despertó y me monté encima, dejando el 20 de Plantage Muidergracht atrás: era mi último día en Ámsterdam, pero no sería el suyo. Una mañana de sol calentaba the last ride together, y dejé que me llevara donde ella quisiese. Rodamos por el lugar donde nos encontramos, Waterlooplein, por los canales, me llevó a la primera “casa”, el hostal de Vossiustraat 46. Vondelpark, Museumplein, Utrechstraat, la ciudad volvía a ser nuestra, más que nunca bajo la intensidad y la emoción del adiós. Adiós Perla Negra, adiós Ciudad de las tres X. Bajamos por Rokin hasta Dam y rodamos hasta el Jordaan, dando un rodeo para llegar a la última parada, exprimiendo los últimos momentos. Después de su rabia del día anterior, parecía como si me hubiera perdonado y hubiera asumido, como yo, que nuestro tiempo juntas se acababa. Sonreí con nostalgia y le di las gracias por todo ese tiempo, y esta vez sin mentir le dije que nunca la olvidaría, con la duda de si ella para sus adentros pensaba lo mismo. Presioné hacia atrás el pedal y frenamos, con esa forma de detenerse tan elegante y tan suya. Me bajé delante del 28 de De Clercqstraat, le acaricié el sillín y le coloqué la luz delantera. Ahí se quedó, a la espera de un nuevo cabalgante con el que me olvidaría. Y me fui de allí caminando, deseando que el próximo que la tenga la quiera como yo tanto la he querido.


martes, 29 de marzo de 2011

Una horita de nada que hacer

Todo el día rodeada de leyes, de documentos, de páginas, al borde del naufragio y del ahogamiento, en un barquito sin timón que no sabe para dónde tirar, peleándome con el dutch que no se quiere hacer entender, y con el inglés que a veces me da pereza. Que si ahora paro para hacerme la comida, pero mientras como a toda castaña delante del fucking laptop escribo las frasecitas que con cuentagotas me iluminan, me apagan, me iluminan, me apagan, todo el rato. Así que me dan las cinco y me escapo del laptop y sus historias, cierro mi magnífica ventana y salgo por la puerta, y la Perla Negra está ansiosa porque la desate del parking y me la lleve de paseo, como un perro que lleva dos horas haciéndose pis y no se puede aguantar. Y las dos rodamos Valkenburgerstraat abajo, subimos un puente, subimos otro, y la dejo aparcadita al fresco, cerquita del mercado de las flores para que vea los tulipanes. Y he visto que aún había sol, y que la gente estaba sentada en las terracitas como en España, que las casas también van de pijama y que me encanta la ciudad en la que vivo, sobre todo cuando recoge la cortina del cielo y deja que pase el sol. Mientras daba vueltas y vueltas con mi ojo fotográfico por Spui, han venido los documentos y las leyes y todas esas patrañas importantes a no dejarme vivir, pero afortunadamente la puerta estaba cerrada y se han largado por donde venían. Así que he seguido andando y andando, tratando de ver el fondo de los canales mientras en mi despiste cotidiano, el viento me despeinaba las preocupaciones. Todavía lo flipo con el caos de tráfico de coches, personas, bicicletas y tranvías, a ver si no me atropella ninguno de ellos. También me hace ilusión ir andando por aquí y saber que para alante está Leidseplein, atrás está Rokin, a la izquierda Rembrandt y a la derecha el Singel, es como si fuese un mapa, aunque la brújula la tengo un poco rota y ahora no sabe muy bien donde está el norte. Y en eso estaba, cuando de repente me ha sonado el timbre, y esta vez, tonta de mí, he ido a abrir, y se me han colado las leyes y los tratados. Y ya no había otra solución que hacerles caso, así que he vuelto a por la Perla y hemos pedaleado a casa para comprobar si el tulipán había crecido otro centímetro en mi ausencia.

martes, 22 de marzo de 2011

Crónica de cómo una se transforma de TS a SW en potencia

Sí, llevo casi dos meses aquí, y no se me ha olvidado que la principal razón por la que vine fue para estudiar. Y digo que no se me olvida porque no me dejan.
Después de tres años de mi vida siendo una homo complutensis y haber pasado a ser homo erasmus, tengo que dedicarle una crónica al sistema educativo de los dutch, antes de sufrir el burn out por culpa de las assignments que tengo de aquí a abril…
Es difícil comenzar una comparación entre los dos sistemas educativos. Diré que durante mi etapa como homo complutensis hice las cosas típicas que hace la gente de esa especie: número de horas de rigor en la cafetería, colas interminables en reprografía para comprar apuntes, los míticos San Cemento, San Teleco, San Jacobo y otras tantas reuniones estudiantiles al solecito de Ciudad Universitaria, esos meses malditos que son febrero y junio, aprendí el significado de lo que era un crédito, de clases multitudinarias con profesores con efecto somnífero, los saraos de diversa índole de la facul de políticas y el posterior tránsito a ser de la raza boloñesa. Eso y mucho más que no se puede resumir en tan poco. Pero cuando esta llegó a Holanda, automáticamente pasó de ser una complu más a ser de la HvA, que es la University of Applied Sciences de esta mi ciudad, y que, por cierto, está un poco a la sombra de la UvA, que es la universidad principal de Ámsterdam.
Mi facul (una de ellas, porque tengo dos) no está en ningún campus propiamente delimitado como tal. Está en una calle muy amplia que tira para Amstel Station. Es un lugar muy mono, muy luminoso y con un piso de cada color (yo estoy en el amarillito). El primer día, nada más llegar, estaba en mi clase el de relaciones internacionales de la facultad, que me recibió con un “Tú debes ser Irene, de Madrid, ¿verdad?” a lo que yo asentí atónita, pues es bastante inusual que en mi uni de origen profesores o gente de ese rango te llame por tu nombre. A partir de ese momento ha sido una continua comparación para evidenciar diferencias, y pese a mi fidelidad respecto a mis orígenes, he de decir que no siempre es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer, y yo me quedo con lo nuevo.








A priori, esas son las diferencias que se me vienen a la cabeza. A favor del sistema español, he de decir que me gusta porque le tengo cariño. A favor del sistema holandés, todo lo demás. Así que ya podían espabilar los ministros de educación, o directamente los profesores y los mismos alumnos, para no quedarnos a la altura del betún en comparación con estos del norte. Y esa es mi opinión personal.

martes, 8 de marzo de 2011

Iris, Arnau y los molinos


El mejor día desde que llegué, en el que el sol lucía hasta regalarnos 23 magníficos grados, me encontré, después de tres meses de amistad “no presencial”, con mis dos soles procedentes de Barcelona dispuestos a descubrir la Ciudad X X X. Aterrizaron en Central Station, donde el Dandelion y yo les recibimos envueltos en plumas después de una guerra inusual en Dam Square. Después de aparcar las maletas en Plantage y acondicionar la madriguera del Dandelion para que nuestros guests estuvieran agustito, nos fuimos a ver Holanda y su capital. Uno de estos días descubriendo ellos y redescubriendo nosotros, nos cogimos el tren para ir más allá de los límites de la Ciudad X X X con una misión: descubrir la guarida secreta del queso holandés. Aprovisionados con pan élfico suficiente para afrontar la aventura, partimos por la mañana temprano de la estación Amsterdam Centraal.
Media hora más tarde, ¡Eco! los dos catalanes y las dos madrileñas ponían el pie en un lugar llamado Koog-Zaandijk, del que ninguno de los cuatro tenían mucha idea, así que se pusieron a caminar para adelante, esperando que pronto sus narices comenzaran a percibir el olor a queso cuya guarida andaban buscando. Sin embargo, no fue queso exactamente lo que empezaron a oler, sino una ráfaga de un denso perfume rancio, nada apetecible, que se concentraba más en el ambiente a medida que caminaban. A pesar de esa peste sutil que se metía en sus narices, no dudaron en seguir adelante, y pronto encontraron uno de esos gigantes que tanto habían confundido a Don Quijote algún tiempo atrás. El gigante en esta ocasión tenía un cierto aspecto holandés, y había sustituido las paredes encaladas por granito, y las aspas negras de Castilla por unas de color verde. El molino se levantaba ante ellos como un hito que les indicaba el camino a seguir, adornado en su fachada con un amenazante mosaico ilustrando un esqueleto con una guadaña. Pasaron de largo saludando a la calavera con un movimiento de cabeza, y cruzaron el puente que conducía a un pedazo de tierra que un cartel señalaba como Zaanse-Schans. Iban por buen camino.
Cuando tomaron aquel lugar fue como si Hansel y Gretel hubiesen abandonado un pueblo entero de casas de envoltorio de chocolatina, con el trasfondo de los seis molinos girando. Una flamante y redonda japonesa recién casada, haciéndose fotos en cada centímetro del lugar, y unos cuantos árboles mirándose en el espejo de los canales. Ya se olía el queso. Así que le preguntamos a los seres que más pinta tenían de estar metidos en la harina de aquel lugar, dos cabras y unas cuantas gallinas. Las gallinas pasaron y se retiraron a comentar acerca de los forasteros, pero las cabras nos siguieron un poco el rollo a cambio de sentirse las protagonistas de nuestras cámaras, y después de alguna que otra caricia, nos señalaron con la cabeza dónde estaba el lugar que buscábamos. Y resultó que era a la vuelta de la esquina. Así que nos metimos ahí, en la guarida del queso, para descubrir maravillados que no era la guarida del queso, sino de LOS quesos. El éxito de nuestra búsqueda fue recompensado por una cata gratuita y deliciosa al ritmo del Gouda, el Edam, el Massdam, el de cabra, el de vaca, el de oveja, el verde, el blanco, el amarillo… y con la prueba superada y el secreto del queso en la tripa, nos fuimos a seguir descubriendo Holanda.



martes, 1 de marzo de 2011

Dicen las malas lenguas que una imagen vale más que mil palabras. Lo dicen pensando en la realidad, en la fidelidad que esas imágenes ofrecen frente a la charlatanería del lenguaje verbal, tras el cual pueden esconderse mentiras, emociones, sesgos, exageraciones, ausencia de detalles, banalidades, blablablá. Yo, en cambio, soy una gran fan de la verborrea, y me sirvo de ella para construir una maravilla de la rutina, transformar a mi antojo la llovizna en un caos, traer el pasado al presente (o el futuro mismo), convertir en realidad los sueños y devolverle la vida a los muertos. No huyo de la realidad, le escribo palabras para combatirla. Pero ahora, puestos mis antecedentes sobre la mesa, me paso un momento al bando de estos de las imágenes. Por una vez, mantendré calladitas las letras y le daré vía libre a los ojitos, para que por esta vez, sean ellos quien enseñen lo que han visto y no sean las palabras las que lo cuenten. Y si lo hacen bien y gusta, igual les doy la oportunidad otro día. Así que ahí va, un mes en la Ciudad X X X, resumido en 10 imágenes.





















lunes, 21 de febrero de 2011

La gruta del Dandelion

Lo del Dandelion no es una madriguera cualquiera. Es una gruta en toda regla, con sus galerías, pasadizos, fauna y hasta un canal propio. Comparte la gruta con otros cinco habitantes, lo que hace la convivencia más interesante. Dentro de la gruta (que incluye cocina con microondas, batidora y horno, cosas de las que yo carezco, así como sofás y una tele plana… ¡vaya gruta!) está su madriguera, una amplia estancia de suelo naranja. El lugar también está lleno de cosas útiles, pero aún está vacío de todo lo demás, así que el Dandelion, como yo, ahora tiene el cometido de adornar su madriguera de sentimientos, experiencias, música y cine.
Finalmente, ambos hemos conseguido nuestro objetivo, el que nos marcamos desde buen principio, de estar juntos pero no revueltos. Y eso que, ante las adversidades en las que nos hallamos en ciertos momentos, incluso llegamos a cambiar el rumbo de nuestros planes y pensamos en compartir algo, que más que madriguera podríamos llamar cursimente hablando, “nidito”. Pero los acontecimientos quisieron que tuviéramos una reacción inesperada a lo que todo el mundo esperaba, y los dos estamos muy contentos. Además, es gracioso vivir eso que en dos años y medio no hemos vivido, algo así como: “Luego tomamos algo” “¿Te vienes a comer a casa?”, o encontrármele a la salida en la puerta de la facultad con un aire romanticón.
Así que Dandelion, mi gran enhorabuena por haber encontrado un techo directamente proporcional al esfuerzo de la búsqueda. ¡Muchas FEIlicidades!
Y como decía unos días atrás, una vez más nos ha cambiado la mirada cuando le abrimos los ojos a la Ciudad X X X. Esas “X” se van despejando poco a poco (aunque seguiré llamándola así, porque me gusta), ya no la vemos como un lugar con retos casi insuperables. Más bien, es una ciudad que, si quieres cruzar el canal, un poquito más adelante te ofrecerá un puente. Pero por supuesto, tienes que caminar. Yo soy muy optimista con esas cosas, y como muchos saben, pienso que si deseas algo con muchas ganas y trabajas por ello, ya tienes un gran porcentaje para conseguirlo. Algunos lo llaman “la Ley de la Atracción”, otros “energía” y yo lo llamo también voluntad y ganas. ¿Cuál será el próximo paso? ¿Cuál el próximo acontecimiento que agite la bola de nieve en la que vivimos? No tengo la menor idea, ahora no busco nada, sólo espero que las cosas vengan para saborearlas, y hacer simbiosis con esta ciudad, que tanto me gusta desde el mismo momento en que puse los pies en ella, hace ya más de cinco años.

jueves, 17 de febrero de 2011

La búsqueda

Lady Barbuda tenía la certeza de que en la Ciudad XXX se hallaba la Fuente de la Eterna Juventud. De ella manaba el delicioso líquido que acostumbraba a beber en el lugar del que venía, ese que la mantenía joven y fresca, pero que, tras el difuminio que habían marcado las fronteras tras sus pasos, ahora le resultaba prácticamente inaccesible. Así que, lo que antes era un ir y venir rutinario para abastecerse en la Fuente de la Eterna Juventud, ahora se había convertido en una hazaña digna de relatar.
La Perla Negra esperaba impaciente, con ansias de aventura ante el nuevo reto que se presentaba, deseosa de iniciar el camino hacia el Tesoro. Lady Barbuda se acomodó en su montura y dieron rienda suelta al nuevo poder que habían adquirido: juntas, conocían el camino a cualquier lugar que desearan ir, incluso aunque nunca antes hubieran estado. Haciendo uso de ese tremendo poder, dieron rienda suelta a su intuición guía y galoparon a la orilla de canales, cruzando puentes a lo largo del caos ordenado de la Ciudad XXX. Debían darse prisa, pues a la incertidumbre del lugar exacto donde se hallaba la Fuente de la Eterna Juventud se añadía un hándicap: esta se cerraba cada día a las seis de la tarde, cuando el sol ya se había escondido más allá del último canal de la Ciudad. De modo que, luchando contra el tiempo y el espacio, Lady Barbuda y la Perla Negra llegaron a Haarlemmerstraat.
Según había consultado en los mapas, era allí donde estaba la Fuente de la Eterna Juventud, y gracias a la intuición guía que habían desarrollado, no les fue difícil encontrarla. Un ápice de decepción asomó cuando descubrieron que la Fuente había echado el cierre por aquel día, pero se esfumó en el instante en que apareció el hada madrina de aquel momento y abrió la puerta. Lady Barbuda entró en aquél lugar, dejándose envolver por olores de su memoria que ya no le eran rutinarios, sino un poco nostálgicos: aceite, jamón, pan... y por fin, después de tres semanas en el país en el que los habitantes no caminan, sino ruedan, encontró esos polvos marrones con los que fabricar la bebida que la mantenía en la Eterna Juventud. Después de tres largas semanas sin probarlo, había vuelto a beber de ese incomparable Elixir de la Vida. Una vez más, Lady Barbuda y la Perla Negra habían triunfado en la Ciudad XXX.




En resumen, que YA tengo ColaCao. 450 gramos por el módico precio de 6,50 el bote. Toma ya.

sábado, 12 de febrero de 2011

A house in the middle of the street

Lady Barbuda retransmitiendo desde el Red Light District:
19 de la tarde, hace un día asqueroso! lluvia, frío... y mientras el gadget del escritorio me recuerda que en Madrid disfrutan de 12 graditos y un sol amarillo y brillante. Pero ¡no pasa nada! ¡El lunes me mudo a mi madriguera! Después de una intensa búsqueda que durante dos semanas me ha tenido en ascuas, caminando en la cuerda floja con riesgo de caer al canal, he conseguido un techo más o menos estable. El lugar es una residencia de estudiantes cerquita de Central Station,cerquita de mi uni y bastante acogedor. Como edificio vecino, tengo una facultad de la UvA. Según entras, se agradece que en los escalones te quepa el pie entero, y el número de escalones es asequible, e incluso podría decir escaso (en comparación con otros lugares, proclives a un suicidio involuntario escaleras abajo). La madriguera consiste en una habitación de paredes azules, grandes ventanales, una cama, un escritorio y un armarito. En la parte de arriba vive otra estudiante, nos separan las escaleras que suben a su habitación y una barandilla. Quizá se eche de menos algo de intimidad, pero no está tan mal. Con ella comparto baño y la cocinita. Además, la Perla Negra tiene un lugar más protegido donde echar el ancla y dormir. En conclusión, me gusta el lugar y puedo hacer de él mi casa unos cuantos meses, hasta que la verdadera "tenant" vuelva de su investigación en la India, porque sí, olvidaba decir que voy a estar subalquilada mientras la legítima alquiladora está ausente. Al parecer es un chanchullo bastante frecuente en la Ciudad X X X, debido al gran problema de densidad de población que tienen. Así que ahora, a esperar a que llegue el lunes, y mientras tanto, seguiremos informando y buscando la madriguera del Dandelion, que se hace de rogar un poquito más (esperemos que no mucho). Buen fin de semana, aquí termina la crónica de Lady Barbuda desde el Red Light District.

martes, 8 de febrero de 2011

Hace como una semana que Lady Barbuda no se deja ver por estos lares, así que ya es hora de continuar con las crónicas. Estos días, como venía diciendo, son realmente atareados, el acompañante y yo no hacemos más que ir de un lado para otro en nuestra interminable búsqueda de madriguera, pero con esa excusa aprovechamos para conocer esta ciudad de juguete. Aquí cada día nos ofrece una cosa nueva por descubrir, es la magia de las ciudades desconocidas, que poco a poco se dan a conocer, pero nunca llegas a saber todo de ellas. Y, tal y como hablaba con el acompañante (al que a partir de este momento me referiré como Dandelion), con cada nuevo acontecimiento nos cambia la mirada, y sentimos que poco a poco vamos avanzando. Así que no puedo hacer otra cosa que contar el acontecimiento clave que nos ha cambiado la perspectiva esta semana:

La tátara-tátara-tátara-tátara nieta de un hidalgo escuchimizado (que bien podríamos confundir con Don Quijote, aunque sin serlo) que se había dedicado a caminar por toda Castilla a causa de su cerebro reseco, con temor a que, de tanto leer, le ocurriera lo mismo que a su tátara-tátara-tátara-tátara abuelo, se anticipó a que su cerebro se secara, y tal y como hizo el antepasado, se puso a caminar. Tanto caminó, que sus pies terminaron por convertirse en alas, y volando volando, aterrizó en unas tierras verdes y esponjosas, con ríos que simulaban ser calles, y edificios construidos como por un arquitecto algo ebrio. Aquel lugar era muy distinto de la Castilla por la que había caminado su ascendiente, y a la que ella estaba acostumbrada, pero era un sitio acogedor y coqueto, así que lo escogió como su nuevo hogar. Pronto se sorprendió al descubrir que en aquella ciudad los pies no se utilizaban tanto como en el lugar de donde ella venía, ¡qué demonios! Nadie utilizaba los pies, sino unas extrañas criaturas que los nativos empleaban para sus desplazamientos. Montados sobre aquellos seres que no tenían ojos, ni boca, ni patas, y con cuerpo de metal, los pobladores parecían moverse mucho más rápido que sobre los pies, así que la chica llegó rápidamente a la conclusión de que habría de hacerse con uno de esos artilugios si quería descubrir la tierra mágica en la que ahora vivía.
No tardó ni una semana en encontrarla, o a lo mejor fue ella quien fue encontrada. Al verla, quedó deslumbrada por su elegancia, su esbeltez y su estilo. Su color negro brillante que había comenzado a perderse consecuencia de la experiencia. La tocó y notó una vibración que le reafirmaba en su decisión de que, durante el tiempo de andadura por aquél lugar, nunca más se separarían. Y así es, desde entonces cabalga por las tierras verdes y esponjosas, a la orilla de los ríos que simulan ser calles, bajo los edificios construidos como por un arquitecto algo ebrio sobre su fiel montura. Y por supuesto, el nombre no podía ser otro: la Perla Negra.
Irene y la Perla Negra.

martes, 1 de febrero de 2011

Continuamos con el parte informativo, hoy del día 31 de enero de 2.011, lunes de cielo plomizo en la Ciudad X X X. Para algunos, habrá sido un maldito lunes más. Para otros, comienza la semana. Para aquellos que se hayan casado, hayan sido ascendidos en el trabajo o les haya tocado el cupón de la Once (o al menos lo que echaban) habrá sido un día fantástico. Y para mí, ha sido mi cumpleaños. 21 inviernos, sí señores, compartiendo suelo con todos ustedes, de lo que me siento muy orgullosa y es un honor (obviamente mutuo, tanto por mi parte como por la vuestra). Y bueno, ahora los chiquillos se meterán conmigo llamándome señora y diciéndome "Oiga, que usted ya no tiene 20 años". Pero tengo mi propio recurso "antiedad", o mejor dicho, mi fórmula estilo Peter Pan para no terminar de hacerme mayor. Y digo yo, uno es mayor cuando empieza a tener recuerdos de 20 años atrás. Para mí eso es imposible, puesto que por mucho que lo intente, no logro recordar los acontecimientos de cuando tenía un año (que es la edad que correspondería en este momento). Aun así, seguro que con mi mala memoria, cuando tenga 25 no me acordaré de cuando tenía 5, y cuando tenga 30 no recordaré exactamente cuál era mi vida con 10. Ya está, eternamente joven^^. Sea cual sea la artimaña que se me ocurra, muchas felicidades Irene!
Bueno, hoy hemos tenido tres acontecimientos principales que resumiré rapidito (que tengo que irme a dormir):
1. Ya tenemos soffi nummer. Eso significa que ya podemos currar
2. He soplado 21 velas en la cafetería de una facultad de la UvA, con el acompañante y dos sevillanas que son muy guays
3. Hemos visitado la cueva de una versión iraní de Shrek (con todos mis respetos al señor, pero era inevitable evidenciar las similitudes). Recalcando este tercer momento, decir que hemos aparecido ahí donde Cristo perdió el mechero, en un lugar bastante oscuro y solitario, y una vez llegados a la cueva, el buen señor nos ha comunicado en un idioma bastante distante de lo que nosotros llegamos a entender, que alquilaba su habitación para compartirla, en su casa con un olor bastante sospechoso, y en definitiva, poco atractivo. No, el acompañante y yo no somos nada pijos, somos gente con critero. Así que hemos decidido al unísono que aquello no se acoplaba a nuestra idea de madriguera, y hemos salido corriendo de la cueva, hallando el alivio con olor a marihuana de nuestro Flying Pig.
Buenas noches, noches a todos, todos.

domingo, 30 de enero de 2011

Con noticias de Holanda

Retomo este espacio abandonado y vuelvo a meterme en la piel de Lady Barbuda, que ha viajado a latitudes norteñas para expandir sus mundos: el geográfico, el social, el académico, y el interior (y seguro que alguno más). Aquí estoy, en la ciudad X X X. Mi situación actual, de ahora mismito: son las 12:20 de la mañana, me he perdido el desayuno del hostal por perrería, y tengo a mi acompañante dormido aquí al lado, más perro aún que yo. Internet me dice que fuera la temperatura es de 1ºC, pero estoy segura de que miente, y ahí afuera hace como -10ºC (entre el airecito y la humedad). Y como dicen que al séptimo descansó (aunque no llegue a una semana nuestra estancia aquí), nosotros homenageamos al domingo como se merece, o al menos un rato.
Es difícil resumir estos 5 días como amsterdarmmer, por que no he parado, así que hago un breve repaso para quien se pregunte qué ha sido de la loca de Irene, y qué hace que a penas da señales de vida.
Pongo rápidamente en antecedentes: el 25 de enero salía nuestro avión (el mío y el del acompañante), desde dos puntos diferentes de la geografía española: Madrid y Barcelona. ¿Por qué Ámsterdam? Porque desde hace 5 años le tengo puesta una estrellita en mi mapamundi personal, y porque además el universo se confabuló para que este fuera mi destino Erasmus. El acompañante decidió una buena mañana (que ya no recuerdo si fue de primavera, de verano o de otoño) acompañarme en mi viaje y trasladar sus objetivos allí. De modo que desde entonces, nos acompañamos mutuamente en inquietudes, dudas, ilusiones y vivencias en esta aventura que acaba de comenzar.
Un detalle bastante importante es que aún no tenemos una madriguera fija en la que deshacer nuestras maletas, un tema que me ocupa los pensamientos unas 12 horas al día. El resto de horas duermo, como o realmente pienso que me encanta esta ciudad.
Estos tres días atrás yo he estado muy ocupada con el ISN Introduction, tres jornadas de presentación de los estudiantes internacionales en las que más o menos, todos eran como yo, aunque con una diferencia: todos tienen casa. No han estado mal estos tres días, me han servido para recordar la ciudad, para saber dónde ir y dónde no ir (Fucking House ¬¬). He estado en mi primera Borrel (reunión típica holandesa en la que la peña se junta para beber cerveza) y he surcado las negras aguas de los canales. Le he echado un ojo a las bicis, estoy deseando tener una, pero ahora mismo la prioridad es el piso, OJALÁ tenga suerte (seguro que sí) y os ponga aquí la maravillosa noticia de que tengo un piso precioso (y vosotros, lugar donde dormir cuando vengais a visitarme).
El hostal es entretenido, muchísima gente joven, y su zona de fumadores está llena de morados que empiezan el porrotour a eso de las 8 de la mañana. A mi favor o en mi contra, mencionar que con tanto que hacer aún no he pisado un coffee.
El martes empiezo la universidad, y ya tengo 30 páginas que leerme para una asignatura. Fantástico, ¿no?
Otro detalle importantísimo a mencionar es que ESTOY EN EL PAÍS DE LOS CRUESLIS, es decir, para los ignorantes que no los conozcan, los mejores crispis del mundo. En el supermercado hay a montones, y en el hostal mismo, me los ponen para desayunar.
Sin más que añadir por ahora (al menos que yo recuerde), concluyo esta primera crónica de la ciudad X X X, en la que estoy realmente contenta (a pesar de los intentos del clima de criogenizar disimuladamente al personal).

Muchos besos y abrazos!

Lady Barbuda